La semana pasada participé en el congreso anual del Financial Alliance for Women en París. Tuvimos suerte que nos tocara en una ciudad tan bonita, pero realmente no importa porque en estos eventos pasas tanto tiempo dentro de las salas de conferencias que no sabes ni cómo está el clima.
Este año la asociación internacional reunió 100 financieras de 45 países para compartir mejores prácticas en torno al mercado de la mujer. Personalmente soy fan de un banco australiano que se llama Westpac, el cual logró una participación equitativa de género internamente, incluyendo alta dirección y externamente con sus clientes.
Por primera vez hubo mucha presencia de fondos como el Billion Dollar Fund for women, cuyo objetivo es invertir en empresas fundadas por mujeres. Por el lado de inversión (o sea manejo de patrimonio) fue Ellevest, una plataforma para que las clientas diseñen un portafolio de inversión de acuerdo a su nivel de riesgo y flujo.
Es el tercer congreso en el que participo y recuerdo que hace tres años tenía cierta resistencia al tema de la mujer y las finanzas. Hoy sigo sin entender cómo el sistema financiero sigue tan desbalanceado en cuestión de género pero empiezo a detectar uno de los problemas más obvios:
Pero a pesar de que continúa incrementando su poder económico ya sea porque están formando un patrimonio, emprendiendo o creciendo profesionalmente dentro de una compañía, o lo heredaron, la confianza para manejar su propio dinero sigue quedando rezagada.
58% de estas mujeres millonarias prefieren que su pareja tome las decisiones por ellas porque el 82% independientemente de su edad, cree que los hombres saben más sobre inversiones y planeación financiera. ¿Y qué pasa cuando permitimos esta dependencia? Lo hemos tocado en varios artículos, las mujeres quedamos sumamente vulnerables y expuestas a la ética, transparencia y calidad de trabajo de la persona a quien delegamos estas decisiones.
Yo sinceramente creo que no hay nadie que pueda manejar o cuidar tu patrimonio mejor que tú. Claro que hay que asesorarse de expertos (tampoco se puede saber todo), pero sin soltar el control. Y por control me refiero al poder de decisión, decidir en cuánto y en qué invertir o cuánto pedir prestado y para qué; con autodisciplina, hábitos sanos, conscientes del riesgo y aceptando que no existe la perfección.
¿Qué más podemos hacer para balancear el sistema económico y financiero? Además de compartir nuestro conocimiento, podemos exigirle a los bancos, casas de bolsa o fondos que inviertan nuestro dinero en compañías con buenas prácticas ambientales y sociales; comprar sólo en estas empresas éticas; y si emprendemos, buscar proveedores que compartan nuestros valores.
Salí sorprendida y un poco triste de que independientemente de si un país es desarrollado o en desarrollo compartimos los mismos estereotipos y sesgos en cuanto a género. Al mismo tiempo me dio paz saber que no estamos solas.